Kyoung Park (32) es un poliédrico producto de la globalización. Nació en el barrio Bellavista de Santiago en 1982, vivió en Chile hasta que en 2000 emigró a Estados Unidos para estudiar dramaturgia en la Universidad de Nueva York y hace seis años se convirtió al budismo luego de un viaje a la India. Sus abuelos habitaban en el norte de Corea, pero a principios de los años 50 fueron desplazados por la guerra y no pudieron volver a su tierra natal cuando el país fue dividido. Sus padres nacieron y vivieron en Seúl, en Corea del Sur, y una vez que se casaron, emigraron a Santiago de Chile en 1980 a probar suerte tras la caída de la dictadura militar de Park Chung Hee.
Ese fue el caldo de cultivo de la escritura de Kyoung, marcada por figuras de la cultura popular chilena. “Me acuerdo del Plebiscito de 1988, Sábados Gigantes, el programa de radio del Rumpy, las telenovelas y la música de Los Tetas”, recuerda el dramaturgo. Su obra de teatro Tala se presentó en enero pasado en el teatro de la University Settlement de Nueva York y fue destacada por la revista Time Out dentro del circuito off Broadway por su registro semiautobiográfico que mezcla “identidades marginales y una historia de amor entre personas del mismo sexo”.
Este chileno-coreano es un DJ escénico que remezcla temas, estéticas e imágenes variopintas. En Tala combina críticas a las políticas de inmigración de EEUU, metateatro, la búsqueda de sus orígenes y el ataque a las Torres Gemelas. La historia que cuenta es la de dos amantes inspirados en la poesía de Neruda y Mistral que son interrumpidos por los dilemas del verborreico autor de la trama, un dramaturgo inmigrante gay en Nueva York, el alter ego de Kyoung.
La gran fortaleza de su dramaturgia radica en una ingobernable mezcla de estilos y géneros. Tala es un escaparate que exhibe los dolores de la historia reciente chilena y, a la vez, una pequeña e íntima mirilla que revela los sueños y paranoias de un inmigrante en EEUU. Kyoung Park es un hacker que deconstruye recuerdos colectivos y los transforma en palpitantes composiciones personales.
¿Cómo construiste las voces e historias de los personajes de Tala?
“Mi obra lidia con los paralelos históricos entre el 11 de septiembre de 1973 y los atentados del 9/11 de Nueva York. Mi visión es que están unidos por fuerzas que emergen de la globalización de nuestros sistemas políticos y económicos. Tala es una obra que cuenta dos historias. La primera es una historia ficticia de Pepe y Lupe, dos revolucionarios chilenos pasando una noche juntos antes del 11 de septiembre de 1973, en la isla en Chiloé. La segunda es mi historia como inmigrante, que parte de Chile, y luego sigue en Nueva York, Seúl y Corea del Norte. La obra cuenta una historia sobre mi identidad y mi necesidad de encontrar el país (o el lugar) que puedo considerar mi hogar. Como director, no sólo fue importante contar estas dos historias, sino que también buscar un concepto que pudiese dar forma a estos dos relatos en el escenario, y por ende, el elenco y yo decidimos que la mejor era ponerme a mí (como un personaje) dentro de mi propia obra, creando un concepto metateatral donde el teatro es nuestro verdadero hogar. En Tala decidí investigar la correspondencia entre los dos poetas, sus vidas en el extranjero y cómo nuestra imagen de estos dos poetas ha cambiado a través del tiempo, sobre todo con las interrogantes que resultaron tras la exhumación de Neruda y lo que sabemos ahora acerca de la identidad sexual de Mistral. A pesar de toda esta investigación, decidí que para la obra lo más interesante sería adaptar sus poemas y crear un texto teatral nuevo. Con Neruda, decidí enfocarme en sus Odas Elementales y con Mistral, me obsesioné con una nueva antología de Randall Couch que se llama Madwoman – Locas Mujeres. Desde la secundaria, algunos de mis compañeros me decían que Mistral era lesbiana. Es interesante que ahora su relación con Doris Dana salga a la luz y ese último capítulo en la vida de Mistral (en Estados Unidos, con Dana) se convierta en punto de interés artístico”
¿Por qué decidiste que transcurriera en Chiloé, una isla chilena con una fuerte carga mitológica?
“Las primeras versiones de Tala no transcurrían en ningún lugar determinado ni en Chile ni Estados Unidos ni Corea. En cierto punto de la escritura del texto, decidí que la obra tendría que transcurrir en Chile. Primero pensé en el desierto de Atacama o en una isla, y luego decidí que la obra transcurriría en Chiloé. Creo que la mitología y folclor chilote me ayudó explorar una identidad chilena no asociada a conceptos modernos. Viajé a Chiloé por primera vez el año 2011 para investigar y buscar fuentes de inspiración artísticas. Con Yin Yue, una coreógrafa china, adaptamos el Baile del Pavo para crear nuevas danzas usando mis adaptaciones de los poemas de Neruda y Mistral, y con Svetlana Maras, una compositora de Serbia, creamos una banda sonora inspirada en los rosarios católicos de Chiloé. En nuestro escenario, también tenemos dos esculturas pequeñas creadas con conchas que recolecté en Chiloé durante ese viaje y las puse en el escenario para crear un archipiélago que yo considero una pequeña metáfora de Chile”
¿De dónde surge la heterogénea apuesta visual de la obra?
“La estética de la obra fue creada en colaboración con la diseñadora y escenógrafa japonesa Marie Yokoyama, la iluminadora taiwanesa Chuan-Chi Chan, el cineasta John Knowles, el artista visual Jason Krugman y la diseñadora de vestuario Elizabeth Barrett Groth. Los últimos tres estadounidenses. Las fuentes de inspiración fueron las obras de Lorca (amigo de Neruda y Mistral) y las obras surrealistas de Dalí, Buñuel, y sus influencias en otros artistas como Elsa Schiaparelli y Frida Kahlo. La idea fue explorar la Guerra Civil Española como un hecho político que marcó un cambio en la expresión artística e investigar cómo afectó las vidas de Neruda y Mistral. Neruda escribió un bello poema -Oda a Federico- el que adaptamos para Tala. Tala (escrita por Mistral) fue publicada en Argentina y las ganancias del libro fueron destinadas a los niños afectados por la guerra en España. Fue ese espíritu artístico, y de bondad, a luz de la violencia, el que quise retomar y expresar de una manera visual en mi obra”.
¿Qué escritores o artistas te han influido?
“Creo que mis gustos e influencias son bastante eclécticas. Me impactó el movimiento inglés IN-YER-FACE (Sarah Kane, Caryl Churchill, Martin Crimp, Mark Ravenhill), Augusto Boal y el Teatro de Los Oprimidos, el director Lee Breuer (de Mabou Mines), la dramaturga Young Jean Lee y muchos artistas visuales y compositores de música contemporánea”.
¿Tienes otros textos o proyectos?
“Sí, he escrito obras por más de 10 años y más de una obra a la vez, pero hoy, a través de mi compañía Kyoung’s Pacific Beat, estoy tratando de dedicarme al desarrollo y dirección de una obra a la vez. Es difícil montar nuevas obras en Nueva York, sobre todo como un artista independiente y experimental, así que en este momento estoy tratando de producir menos, para poder crear mejor”.
También eres budista…
“Me convertí al budismo en las Himalayas durante un viaje a la India el 2008, y luego volví a la India el 2010 dentro del programa UNESCO Aschberg-Laureate. La realidad es que soy muy mal budista, no tengo maestro y muy poca disciplina espiritual. Con mucha paciencia y dedicación, trato de aceptar esta nueva identidad basada en mi fe y de a poco trato de meditar y leer más los textos budistas y formar una base más concreta para mi espiritualidad”